viernes, 26 de junio de 2015

Robe Iniesta: La verdadera historia de Jesucristo García (Segundo Capítulo)

Hicimos una pausa en la crónica real de la vida del personaje más enigmático del rock español, elaborada por una veintena de personas que tuvieron un trato directo y cercano con Robe Iniesta. En este segundo (y último) capítulo, terminamos de desvelar el misterio del músico más ingobernable de nuestro país.



Tomado de: Revista Rolling Stone en Español, Artículo por  - 23 de julio de 2011 (Ver el Original)



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Se llamó Tú en tu casa, nosotros en la hoguera (1989) –posteriormente regrabado y retitulado como Rock transgresivo–. Robe, en la interesante biografía escrita por Iñaki Fernández, resume con una frase su primera y frustrante experiencia discográfica: “Ellos eran unos mánagers de Madrid, muy listos; nosotros, unos catetos de pueblo”.
Con Avispa acabaron mal. Y con la siguiente discográfica, Pasión, donde grabaron su segundo disco, Somos unos animales (1991), peor. “Eran unos listos. Con ellos no se podía discutir”, contaba Robe sobre Pasión: “Ibas todo enfadado a reclamarle algo y, al final, le tenías hasta que dejar dinero. Siempre pasaba igual, salías de allí sintiéndote un poco imbécil”.
Eso se acabó en 1991. José Manuel Gómez, que trabajaba entonces en la discográfica Dro (entonces independiente, luego comprada por el gigante Warner), fue a ver un concierto de Extremoduro. “Es muy fácil describir cómo era Extremoduro en aquella época. El batería se quedaba dormido mientras tocaba, el bajista iba a su bola, Carlos El Sucio, el otro guitarrista, se daba cuenta de que tenía su instrumento desenchufado a la cuarta canción, y Robe… Robe tocaba bien, pero cuando le escupían decía: ‘Eso que me echáis no será lefa, ¿verdad?”.
La gente que acudía a aquellos conciertos temblaba pensando que Robe podía abandonar el escenario en cualquier momento. Era imprevisible. A veces eran un caos total –Robe a veces olvidaba la letra y balbuceaba– y, a veces, soberbios.
“Los vi y aluciné”, recuerda José Manuel Gómez, quien rápidamente llamó al presidente de su discográfica para fichar al grupo. “Al día siguiente, Robe apareció por la compañía Dro”, continúa Gómez: “Flipamos con él y con el tamaño del porro que se estaba fumando a las 11 de la mañana”. Ese mismo día el contrato quedó listo. Tres días después, lo firmaron.
No hubo mucha promoción de los primeros discos que Extremoduro grabó con Dro porque Robe no quería. Tampoco había entonces mucho interés por parte de los medios de comunicación generalistas. “Gracias a Dios que no daba entrevistas”, bromea Gómez, “porque Robe montaba un pollo a la mínima”.
De aquella época es la famosa entrevista que Mariskal Romero, periodista básico del rock español, le hizo al cantante y que nunca se emitió en su programa de radio. La grabación se hacía después de comer. En el almuerzo, Robe se clavó una botella de vino entera y dos cubatas en cinco minutos. Obviamente, estaba borracho. Mariskal, para abrir la conversación, le preguntó: “¿Qué tal te tratan los extremeños?”. “Son unos gilipollas”, respondió Robe. “Habéis tocado en Galicia…”, esquivó Mariskal: “¿Qué tal te han tratado los gallegos?”. “Son unos gilipollas”, replicó Robe, quien durante varias preguntas mantuvo la misma respuesta. Mariskal se hartó, tiró el micrófono y le dijo: “Robe, tú sí que eres un gilipollas”.
Deltoya (1992) y ¿Dónde están mis amigos? (1993) son los discos de la llamada ‘Época del Caos’. Robe empezó a disfrutar de los primeros éxitos y dio rienda suelta a los excesos. En 1992, Extremoduro encabezaban los carteles de varios festivales y se creó la que se llamó Quinta del 92: varias bandas (Reincidentes, Porretas, Soziedad Alkohólika…) que saboreaban el éxito en el rock duro alternativo al amparo de las protestas por la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América.
En aquella época Robe se separó de su mujer. “Ella lo echó de casa”, cuenta un amigo cercano. “Sólo ellos conocen las razones exactas, pero no es muy difícil imaginárselas”, añade esta fuente.
Robe vivía lejos de sus hijos, que no tenían más de cuatro años, dando tumbos entre Madrid, Bilbao, Burgos (“una época para no recordar”, comentó Robe) y Barcelona, donde llegó a recibir una paliza, propinada por los músicos de la banda que formó en Cataluña, y debido a problemas de dinero. Viajaba en una caravana con la única compañía de su perro Angelito, un bulldog con el que posó en uno de los pocos retratos que se ha dejado hacer.
¿Dónde están mis amigos? fue un disco muy sincero”, dice Robe, que cantaba aquello de “voy a dejar esta ciudad/ no me pienso despedir/ de la gente hace ya tiempo estoy ausente” en Sin Dios ni amo: “Era una época un poco jodida. Hay bastante de lo que llevaba dentro sacado para afuera. Andaba un poco perdido de tanto viajar”.
Fernando Madina, voz del grupo Reincidentes, colaboró en el disco y vivió una semana con Robe en Madrid. Era un piso en el Paseo de Pontones (cerca del Vicente Calderón) de su mánager de aquella época, Tomás Rodríguez, que ahora trabaja en telecomunicaciones y queno ha querido hablar para este reportaje (“Extremoduro es un grupo muy bueno, pero hace tiempo que acabamos por diferencias musicales. Y ya está”, nos espeta).
“Había días que teníamos el estudio libre y otros que no”, recuerda Madina: “Cuando no podíamos grabar nos íbamos por ahí a liarla”. Y añade: “Robe es un tipo diferente. Siempre estuvo convencido de su talento. Siempre fue más poeta que músico”. Un año después, durante la grabación de Deltoya (1992), el guión del caos continuaba escribiéndose. Robe recuerda que salía poco… por el día. “Sólo por la noche, porque no me gustaba ver los caretos de tanta gente. En Madrid los bares no cerraban nunca”.
En uno de esos bares celebró una fiesta privada tras un concierto con otros grupos con los que compartió cartel. Uno de los asistentes recuerda la noche en cuestión. “La imagen de Pepe Risi [guitarrista de Burning, fallecido en 1997] y Robe Iniesta cogidos de la mano y borrachos, sonriendo, es impagable”. A las 5 de la mañana, el dueño del local amenazó con cerrar. “Robe, sin soltarle la mano a Pepe Risi, tiró un fajo de billetes en la barra y dijo, con su voz ronca: ‘Tranquiiiiiiilo, chaval. Que te voy a pagar. Que tengo dinero’”. La fiesta, lógicamente, siguió.

Caos y pasta. Deltoya es un disco que dejó respetables cifras de venta y Extremoduro ofreció buenos dividendos a su discográfica. Eran un valor en alza, por muy esquivo que fuera su líder. Robe empezó a manejar dinero, cambió de músicos y, en 1994, se compró una casa a pocos kilómetros de Granada. Era un chalet con piscina donde le servían el pan y el hachís a domicilio.
Allí recibía la cada vez más frecuente visita de Iñaki Uoho (guitarrista de Platero y Tú, donde cantaba Fito Cabrales), con quien empezó a gestar el disco Pedrá, un álbum que se construyó a través de una sola canción que duraba 29 minutos y 28 segundos. Aunque grabado en 1993,Pedrá se publicó en 1995. Pese a lo aparentemente anticomercial del proyecto, el presidente entonces de Warner, Saúl Tagarro, se empeñó en que alguna parte del disco sonara en Los 40 Principales. “Aquello era una locura”, recuerda José Manuel Gómez, que por entonces trabajaba en Warner:. “Al jefe de la discográfica le decíamos: ‘¿Qué parte vas a seleccionar? ¿Donde canta ‘hijo de puta’ o en la que dice ‘busco colillas, me saco las armondiguillas?”.
En Granada, Robe llevaba una vida tranquila. Pero enferma. Dolores de oído y principio de tuberculosis, recuerdan los amigos que le visitaban. Decidió frenar y se propuso dar por cerrada la Época del Caos. Era 1995 y por primera vez se sentía incómodo con la leyenda de músico maldito.
En esas tardes de verano aparecía por su casa su entonces amigo y poeta Sor Kampana. Valenciano de su misma edad, Robe había incluido algunos de sus versos en sus discos. “Le pedí que viniese a Valencia para tocar gratis para los presos. Me dijo que no. Éramos muy ingenuos”, recuerda Sor Kampana, que solía jugar con Robe al ajedrez. “Cuando nos conocimos me dijo: ‘Tío, creía que eras una tía o un hombre viejo’. En aquella época era bastante más normal de lo que decía su leyenda”.
Por esa casa también pasó Juan Bosco, mánager de Los Del Tonos, que había trabajado con Robe en alguna ocasión: “La leyenda superaba la realidad. No eran monjas de clausura, pero eran muy normales. En aquella época Robe desprendía un magnetismo especial, lo veías tocar solo con la guitarra acústica y te conquistaba. Era una gran bola de energía capaz de cautivarte. Un tipo agradable y amable. No hacían ni contratos para tocar en directo, pero eran muy serios. Ya no había ni desfases ni descontrol”.

De esa tranquilidad nace su obra maestra, Agila (1996), que significa “espabila” en castúo, el dialecto extremeño, un álbum que cambiaría de una vez por todas la vida de Extremoduro.
Robe pidió a Iñaki Uoho que fuera a Granada, porque quería enseñarle sus nuevas canciones. Iñaki lo escuchó y se entusiasmó por su tremenda calidad. Fue el encargado de poner en orden tanto talento desbocado. Se marcharon a Madrid para grabar. “Tenía que controlar a todo aquel rebaño, organizar toda aquella anarquía”, recordó Uoho en el libro 201 canciones para engancharse al pop rock español. Las canciones de Agila se grababan por la noche. “No salíamos de copas, la fiesta era allí”, explica Uoho. A determinada hora de la noche Robe salía a comer un bocadillo de tortilla. Iñaki aprovechaba su ausencia para colocar una claqueta para controlar el ritmo de cada canción.
“Lo tenía que hacer a escondidas”, recuerda Iñaki: “Robe aborrecía ese aparatito”. “Ese clacómetro es antimusical. No lo quiero”, gruñía Robe, convencido de que las canciones eran grandes.  
Así fue: críticas de cinco estrellas, canciones inmensas rebosantes de poesía inédita en el rock español (en las que se incluyen versos de Pablo Neruda, Miguel Hernández y Antonio Machado); entrevistas en Canal Plus… “Hemos sido un grupo secreto, pero porque se ha pasado de nosotros”, dijo en la presentación de Agila: “Pero yo nunca he querido ser una banda de culto ni underground”.
En 1996, el periodista Diego A. Manrique escribió en Babelia, el suplemento cultural de El País: “El hecho más notable del año es el reconocimiento masivo a Extremoduro, un proyecto semiclandestino que tiene la perfecta combinación de rock callejero y poesía marginalcon su rotundo Agila”.
“Con Agila cerró una época vital”, recuerda Kike Babas: “Se cansó de las drogas y también de dar esa imagen de tirado”. También cambió de amigos. “Desde entonces Robe, más que cambiar de amigos, redujo su círculo íntimo”, precisa Babas, que fue cuando perdió el contacto con él: “Le ocurre a muchos artistas: tienen que cambiar de móvil, de dirección.Robe no quería que se siguiese alimentando su leyenda y sus batallitas del pasado”.
Extremoduro empezó a hacerse grande. En las entrevistas, de las pocas que concedía, Robe se mostraba como un hombre incisivo, recio. Impasible y satisfecho con el éxito, pero consciente de que se lo había ganado él solo. “Vamos poco a poco”, dijo, “sin el apoyo de los medios”. Unos medios que comenzaron a sentir un magnetismo hacia su historia. Él se vengó ignorándolos.
Sin embargo, en marzo de 1996, El País de las Tentaciones (actual EP3) publicó una entrevista con el cantante. “Mi poesía es de amor y guerra. Prince habla de drogas y nadie se lleva las manos a la cabeza. Yo, como lo digo muy clarito y en castellano, provoco rechazo”. Allí también admitió que no se sentía cómodo con el término “rock urbano” y hablaba del estilo que él mismo inventó: “Como soy de campo, a mí eso del rock urbano no me llega. Yo lo llamo rock transgresivo porque las letras tienen que llegar. No es música para bailar. Hago algo que te llega, que te motiva, que te hace sentir, que sientes. Yo me dirijo igual al rico que al pobre”.  
Mientras, reorganizaba su vida, volvió con su mujer Bibi, “que ha sido la que le ha reconducido, su tabla de salvación”, reconocen algunos amigos cercanos: “Es una tía de puta madre”.
También Iñaki lo sacó de Granada y se lo llevó al País Vasco. Uoho tiene su casa en Muxika, a menos de un kilómetro de Guernica, con un estudio de grabación. El lugar perfecto donde Robe ensayó y compuso los siguientes discos, Canciones prohibidas (1998) –Robe se empeñó en que las letras de la portada estuvieran formadas con cocaína de verdad– y Yo, minoría absoluta (2002), de imponente portada y letras soberbias. Como Stand by, que sirvió como banda sonora de la película La flaqueza del bolchevique (2003), basada en la novela de Lorenzo Silva.

Precisamente, fue el escritor madrileño quien entrevistó a Robe en 2006 para ‘Rolling Stone’. “Lo vi muy centrado y con un aspecto magnífico. Nunca vi un personaje autodestructivo. Por encima de todo es un músico autodidacta con un talento innato. Es un poeta emocional y muy de corazón. Tiene unas imágenes poéticas muy poderosas”, explica Silva. Y añade: “Robe ha descubierto la lectura a una edad adulta. El mejor ejemplo de que nunca es tarde”.
En esa época, la fiera estaba más tranquila. Se blindó para defenderse de su caricaturización, pero seguía teniendo una personalidad fuerte. Ernesto Muñoz trabajó con él durante el disco de Extrechinato y Tú (2001), grabado con el 50% de Platero y Tú (Fito e Iñaki), con las letras de su también amigo y poeta Manolo Chinato. Ernesto recuerda la curiosa rueda de prensa donde rompió frente a los periodistas la portada que le dedicó El País de las Tentaciones. “Se pasó toda la noche diciéndome: ‘No se te vaya a olvidar la portada mañana’. Me lo dijo tantas veces que la tenía en la puerta de casa, para no olvidarla”. Al día siguiente Robe llegó a la rueda de prensa. Junto a él estaban Chinato, Fito e Iñaki. Robe leyó el titular de la portada: “Extrechinato y Tú. La última aventura de Robe Extremoduro”. Y soltó: “¡Bah!”, arrancando la página. “A la mierda Extremoduro”, terminó. “Estaba enfadado porque aquello era un disco de Manolo Chinato y no de Robe”, recuerda Ernesto: “Es un grande, pero terco. Es difícil convencerlo de algo, si no está de acuerdo. Se la suda. Si ha pensado que una cosa se hace así, así se hace. Ése es su éxito”. 
Robe no perdía colmillo. Sus ruedas de prensa eran demoledoras. David Bonilla, de su discográfica, todavía recuerda la expectación que levantó la presentación de su disco en directo Iros todos a tomar por culo (1997). Fue en una casa okupa. “Había ocho cámaras de informativos y los redactores más importantes de los medios escritos. Robe se sentó, fue el único que habló y estuvo incisivo. ‘¿Por qué un disco en directo?’, le preguntaron. ‘Porque me ha salido de los huevos’, respondió”.  
Puri Beltrán, periodista de la Cadena Ser, también entrevistó a Robe tiempo después de publicar su disco con Chinato. Es bastante certera al perfilar la personalidad del músico: “Es inteligente, pero en las distancias cortas le cuesta mucho expresarse. Tienes que tocar la tecla exacta para que se abra. Es como si supiera mucho más de lo que dice. Te lo tienes que currar para entrar en su mundo. Y si patinas, olvídate. Te pondrá la cruz”.
Robe empezó a escribir su primera y única novela, El viaje íntimo de la locura, en 2003. Pero paró. “Estudié por la Universidad a Distancia gramática y ortografía, porque quería tener soltura”, dijo Robe en una entrevista para El País en noviembre de 2009: “Cuando acabé de escribirlo me dio mucha pena. Me quedé como vacío. Me gustan mucho las palabras y enredar con ellas”. Robe escribía todas las noches después de cenar hasta las cuatro de la madrugada. El libro fue un éxito. La increíble aventura del gris y aburrido notario Don Severino vendió más de 10.000 ejemplares la primera semana.
Aunque Robe compuso poca música mientras escribía la novela. Una brutal crisis de creatividad hizo saltar las alarmas. No compuso una canción en seis años. ¿Se había quedado seco ? “Puede que sí”, respondía el cantante con cierto desasosiego en una entrevista en la cocina de la casa de Iñaki. “No sé qué botón tocar”, dijo: “Y me jode”. Hace tres años lo encontró. Publicó uno de sus mejores disco, La ley innata (2008). Y el botón sigue encendido. Material defectuoso (2011), su nuevo disco, es la prueba. 
Siempre he hecho lo que me ha salido de las pelotas”, ha repetido en multitud de ocasiones Robe, que hace unos días hizo un viaje relámpago a su ciudad de nacimiento, Plasencia. Después fue a visitar a su amigo Manolo Chinato. Hay una canción en su último disco dedicado al bar que tiene el poeta en Béjar. “Somos el mismo tipo de personas. Evolucionamos sin dejar de ser nosotros mismos”, reflexiona Chinato. “La inteligencia está para evolucionar. Eso ha hecho Robe y así tiene que ser”.


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